La realidad de las cosas no siempre es evidente a primera vista.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Tomaba su medicina que era veneno

Tan mal andamos: en estas últimas semanas de la recta final de 2008 apuntan dos contradictorias vertientes que vivimos en esta sociedad de inicios del tercer milenio (nótese que me refiero más al género humano que al folklore mexicano que pasa con mexicana alegría de la fiesta tricolor al nostálgico altar lleno de comida, recuerdos de quienes ya se fueron y flores de zempalzúchitl):

La primera: que se nos pudrió la AFI (y otros más)

Altos, medianos y bajos funcionarios públicos de la agencia federal de investigaciones (junto con personal de otras dependencias de seguridad pública federal, estatal y municipal) son detenidos y otros de plano ya fueron sentenciados por pasarse al lado de la delincuencia. O sea, en el ejercicio del cargo público relacionado con el combate a la delincuencia organizada... trascendió que en realidad recibían al mismo tiempo un nada modesto salario de la delincuencia organizada (la misma a la que perseguían) Esta idea revienta el más elemental de los cerebros: como una serpiente que se come a sí misma desde su propia cola.

De esta quimera no se sabe dónde inicia y dónde termina en el más ontológico sentido del término: ¿quién contrató a estos angelitos de la delincuencia que operaban como funcionarios públicos encargados de combatir a la delincuencia? ¿eran de la delincuencia antes de ser contratados en la AFI? ¿Se pasaron de su lado siendo ya funcionarios públicos? ¿En qué momento tomaron es terrible decisión? ¿Nunca fueron supervisados? ¿Nunca trascendió en esa precaria función llena de adrenalina que alguien podría tomar la puerta falsa del dinero fácil? ¿Cuántas vidas costó la actuación de estos chúntaros con traje de AFI? La población, las y los mexicanos, la ciudadanía, los expertos en el tema deberían saber o tener elementos para responder estas despiadadas preguntas. El simil del caso es contundente: ¿cómo pudo un taquero matarife hacerse pasar por neurocirujano y operar en un quirófano a muchos pacientes en el centro médico nacional sin contar con la primaria acaso? Eso pasó, guardando las proporciones institucionales. Ya en el tiradero de la piñata rota: ¿se podría considerar que sólo son responsable de los delincuentazos con disfraz de la AFI o habría qué embarrar la brea hervida a los superiores, supervisores, capacitadores (if any) y mandos más arriba de la estructura de la AFI?

Alguna vez tendría qué tener el pueblo materia para acabar de entendere este tianguis de lágrimas y cóleras; prevalece la incertidumbre: quién infiltró a quién y quiénes siguen infiltrados y operando como directivos del américa pero por debajo de su traje lucen al mismo tiempo los colores del Guadalajara.

El caso lleva a la consideración de que el combate a la delincuencia no es un espectáculo parecido de lucha libre donde hay rudos y técnicos, buenos y malos y un árbitro justo en medio. Es un verdadero del género humano que precisa operar bajo algunos supuestos básicos y uno de ellos es que el árbitro puede en realidad estar trabajando para los rudos e incluso puede estar pisando los dedos de los técnicos cuando éstos sufren una tremenda llave por el rudo justo en la tercera caida. Por difícil que parezca, es posible un sistema de supervisión y control de lealtades de los funcionarios p{ublicos en tan difíciles tareas (seguridad pública en general y atención directa a la delincuencia organizada) En esto las sociedades han corrido un largo trecho que pasa por los laberintos de la CIA y el FBI (y sus homólogos en otros países)

Para empezar, corresponde la decisión política de determinar, atender y resolver esta quimera política: el cuidador del paciente dándole veneno a éste, quien cree que toma su medicina...

La segunda se las cuento mañana...

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