La realidad de las cosas no siempre es evidente a primera vista.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Amar o predicar

Va la segunda. Anuncia el Vaticano por estos días, que se harán pruebas psicológicas a los candidatos a recibir la imposición del orden sacerdotal a efecto de que prueben ser heterosexuales y bien dispuestos para la abstinencia sexual (= celibato) con mujer (hombre o bestia, pudiera señalarse con veneno filosófico, claro sin abandonar los terrenos de la heterosexualidad) y no procrar familia.

Como puede notarse, una nota periodística como ésta puede ser blanco fácil de las saetas impías de los enemigos de la iglesia (en este caso, más bien del clero vaticano) y de los amigos también. Una selva de objeciones racionales e incluso mofas crece salvajemente de tan enlodado y truculento asunto: la institución del celibato sacerdotal para la clerecía cristiana católica romana. Eso pasa por cerrar el paso a una sana, evangélica y eclesial consulta a las iglesias congregadas por todo el mundo para orar y celebrar el misterio y el mensaje de Jesús sobre el amor de su padre. Tan sencillo que sería abrir un concilio al viento del espíritu del que nadie sabe de dónde viene o a dónde va y dejarse llevar por el discernimiento de espíritus... En fin.

Pregunto: ¿para qué consultar a los expertos en psicología sobre la idoneidad del sujeto para soportar y que sea gozoza la promesa o voto del celibato sacerdotal? La naturaleza biológica y psicosocial del individuo no da para ser vivir pleno, realizar sus potencialidades y salir feliz, sano y bien logrado del celibato. Pudiera haber alguno que otro que le fuera bien, pero de ahí no se pudiera concluir con base empírica válida que guardar el celibato de un ser sano, contento y pleno vale para todas y todos los sujetos que entran en la religión (al menos la citada) Los estudios empíricos sobre cuántos de quienes dicen guardar el celibato en el clero católico romano lo cumplen, hablan de minorías. Es una realidad difícilmente objetable. La mayoría es probable que viva con mujer, hombre fijo o pasajero según los cánones de sus instintos. Un mar de culpa, condena, sufrimiento y daños colaterales en terceras personas acompaña alfenómeno.

Por otro lado, la institución del celibato se impuso en el contexto (siglo IV) de un mecanismo de control disciplinario para evitar que los miembros del clero (capellanes, curas, obispos, cardenales y demás) canalizaran los bienes de la iglesia por el derecho sucesorio para sus hijas, hijos o esposa. Al menos históricamente así se ha explicado y entendido: si es correcta esta explicación, entonces se pasó del ejercicio de la sexualidad a una cuestión de registro público de la propiedad y entonces se da vuelta a una consulta a la psicología. La verdad, se pierde uno en un laberinto así.

¿Jesús instituyó o mandó el celibato al clero? Difícilmente pudo siquiera haber mando que hubiera clero; vamos, ni de institución de sus seguidores llegón a hablar. Bueno, pero ya estamos acá y hay una mole institucional qué regir y llevar. Vale, pero al analizar los textos de la tradición evangélica más primigenia no hay elementos para deducir que para ir al cielo, ser puro y justo a los ojos de Dios, se requiere privarse de la sexualidad en los términos del celibato católico. Fuera voluntario el celibato en el clero, pudiera valorarse en algún sentido el esfuerzo, pero ni así alcanza algún grado racional, humano o que tenga algún sentido nítidamente evangélico. Parto del supuesto que ninguna de las reflexiones, propuestas y mandatos religiosos de los evangelios de Jesús de Nazareth contradiga, anule o condene algún aspecto de la naturaleza humana en tanto que sea parte y conserve la vida humana. Lo central del evangelio tiene qué ver con experimentar a Dios como amor y a conducir la propia vida con todo aquello que cuide, conserve a las personas y sus vidas sin dañar a otras personas. Las tendencias del ser humano a causar daño y otros males incluso precisan una interpretación comprensiva y misericordiosa además de inteligente; lo cual no implica una actitud boba. El experimentar a un Dios que se goza con el sufrimiento humano (o que incluso manda la muerte de algunas personas) creo que anda medio extraviado y no tiene qué ver con el evangelio.

La tremenda distorsión en las vidas personales y comunitarias a que ha llevado este asunto institucional del celibato (los casos de abuso infantil, los pecados de los padres amaros del lugar, los depredadores sexuales con sotana y lo que se acumule esta semana en los EU) da para llevar la reflexión y las soluciones por la vía (para empezar) por una comprensión simple de la naturaleza humana, de la relativización de los asuntos patrimoniales de la iglesia y dirimir la cuestión teológica del celibato por un concilio abierto al espíritu de la iglesia, no de los tres gatitos longevos que administran la burocracia desde la ciudad del Vaticano e insensibles a las expresiones y la vida de la comunidad de quienes creen y siguen a Jesús. Una solución como la propuesta, de contar con un diagnóstico psicológico para determinar la viabilidad de un proyecto de vida en celibato, no hace más que llevar las cosas al mismo callejón sin salida en que actualmente se encuentra la iglesia por efectos de el mentado celibato del clero (sacerdotes, religiosos y religiosas) ¿Qué enfoque de la psicología ayudará a un diagnóstico como el que se pretende? ¿Psicoanalista? ¿Conductista? ¿Humanista? ¿Sistémicos? Quiero ver quién se avienta al ruedo.

Entonces el celibato, no es una mera cuestión de fe ¿o sí? Si lo es, bastaría la intención y hasta el fondo. Si no lo es, ¿qué pasa cuando se compromete un piadoso seminarista a los 18 años ser célibe para el sacerdocio y a los 30 cae en la cuenta que no pudo con el paquete? ¿Se borra todo? ¿No valió el proyecto? ¿Acaso su el ministerio de la palabra de éste joven sacerdote carece de valor evangélico porque sigue su natura humana de ejercer la sexualidad? En lo particular podría decirse "pues que deje el sacerdocio y se acaba la bronca" y probablemente se resuelva así. El caso es que institucionalmente no puedes orientar la solución así sin más: salvo que se quiera vaciar el sector clerical y dejar al 10% de los fieles seguidores de la regla del celibato.

No me lo van a preguntar y no creo que viva lo bastante para participar en un concilio donde se expongan las vías sanas para la regla de vida del clero cristiano católico y romano, pero si enterrara este mensaje en una caja para que lo abran luego (pero bastante, al paso que vamos) propongo que la gente del clero católico pudiera optar libremente, si el celibato sacerdotal le va o no va con su vida; que si le va, hasta el fondo. Que si no le va, que se case, tenga su pareja, las hijas e hijos que Dios le de y que bien le haría predicar el amor con el ejemplo. que si a medio camino torció la marrana el podúnculo anterior, pues que se enderece la carreta y todos contentos. Mira pué. La verdad no me imagino a Dios (el Dios de Jesús) llevando una cuenta en su base de datos, juntando las horas de sufrimiento, la soledad celibataria y los estragos por los altos niveles de testosterona de un cabrón que por otro lado no tiene otro mandamiento sino que el amar al prójimo! Esto es un callejón sin salida en el más filosófico de los sentidos; y si me apuran, para decirlo en términos más mejicanos, es preciso considerar que se trata de una pendejada, que ni a maldad llega.

Escuchen, aquellos que sufren por sentirse empujados a amar o predicar, paren de sufrir. Amen y prediquen.

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