La realidad de las cosas no siempre es evidente a primera vista.

martes, 7 de septiembre de 2010

¿Error o diseño del sistema?

Con relación al reciente incidente donde personal del ejército mexicano disparó y mató a varias personas civiles en NL por no haberse detenido el vehículo donde viajaban ante un retén militar, sireve en alguna forma tener presente dos artículos del instrumento público normativo internacional denominado "Los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley", Adoptados por el Octavo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en La Habana (Cuba) del 27 de agosto al 7 de septiembre de 1990.
Con independencia si el ejército los sigue, o no, la cuestión es relevante porque revela el tenor de la intervención del ejército en esta cuestión de la famosa "guerra contra el narcotráfico" del gobierno federal. Establece el artículo 9: Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley no emplearán armas de fuego contra las personas salvo en defensa propia o de otras personas, en caso de peligro inminente de muerte o lesiones graves, o con el propósito de evitar la comisión de un delito particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida, o con el objeto de detener a una persona que represente ese peligro y oponga resistencia a su autoridad, o para impedir su fuga, y sólo en caso de que resulten insuficientes medidas menos extremas para lograr dichos objetivos. En cualquier caso, sólo se podrá hacer uso intencional de armas letales cuando sea estrictamente inevitable para proteger una vida. (Artículo 10) En las circunstancias previstas en el principio 9, los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley se identificarán como tales y darán una clara advertencia de su intención de emplear armas de fuego, con tiempo suficiente para que se tome en cuenta, salvo que al dar esa advertencia se pusiera indebidamente en peligro a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, se creara un riesgo de muerte o daños graves a otras personas, o resultara evidentemente inadecuada o inútil dadas las circunstancias del caso. Artículo 11: Las normas y reglamentaciones sobre el empleo de armas de fuego por los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley deben contener directrices que:

    a) Especifiquen las circunstancias en que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley estarían autorizados a portar armas de fuego y prescriban los tipos de armas de fuego o municiones autorizados;

    b) Aseguren que las armas de fuego se utilicen solamente en circunstancias apropiadas y de manera tal que disminuya el riesgo de daños innecesarios;

    c) Prohíban el empleo de armas de fuego y municiones que puedan provocar lesiones no deseadas o signifiquen un riesgo injustificado;

    d) Reglamenten el control, almacenamiento y distribución de armas de fuego, así como los procedimientos para asegurar que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley respondan de las armas de fuego o municiones que se les hayan entregado;

    e) Señalen los avisos de advertencia que deberán darse, siempre que proceda, cuando se vaya a hacer uso de un arma de fuego;

    f) Establezcan un sistema de presentación de informes siempre que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley recurran al empleo de armas de fuego en el desempeño de sus funciones.

Estos principios dan luz sobre la cuestión que se reportó profusamente en los medios de comunicación; que el vehículo no se detuvo ante el alto que los militares marcaron y en consecuencia le dispararon y privaron de la vida a dos personas que iban en el vehículo y dejaron heridas a otras. Salvo que la defensa de los soldados demuestre que actuaron al tenor de estos principios (y conforme al protocolo de actuación del ejército para estos casos) es difícil que salgan bien librados de la justicia militar.
Otra interpretación sobre este caso (muy difícil de probar) es que los retenes de los soldados tienen órdenes de actuar de la manera en que lo hicieron para que la población y la delincuencia sepa quién manda en este pueblo. Es tan difícil como esta hipótesis como la de creer que los soldados actuaron a) en forma errónea, b) por el nerviosismo y la tensión, c) por no haber descansado, d) porque se les olvidó su instrucción y los protocolos de actuación.
Interesante ¿no? O marcha la tropa asesina por un "error" de protocolo... o marcha la institución militar y su jefe, porque se pasaron de rosca, violando la constitución, la legalidad, los principios internacionales de la función pública y los derechos fundamentales.
Este incidente abre la puerta a una cuestión nada sencilla ni fácil de digerir.
Error de sistema o muestra de su diseño y directiva general. Error no me parece...
Mal vamos, Sancho.
Miux




lunes, 21 de junio de 2010

La mano que mece la cuna y la que arroja el jitomatazo

Llama la atención la forma en que el manejo de los medios pretende tomar un lugar privilegiado en la política a saber, el ejercicio del poder político (y otras formas de poder) en nuestro país.
Este "manejo" es presentar la trama de los acontecimientos políticos como si fueran parte de una telenovela, la reina del drama, el actor, su prenda amada, su enemigo, aliados y traidores. Los finales felices e infelices pretenden editarse a modo del factor de poder que cuenta la historia. Es la medida del poder del ganador en cada episodio: el narrador, quien descubre la "verdad" (que quiere mostrar) actúa, se oculta y manipula a toda la audiencia que con interés y asombro enfrenta la verdad a que se le da acceso.

De pronto aparacen grabaciones de audio de conversaciones de actores políticos relevantes. Hace unos meses fue Luis Tellez, quien al calor de las filtraciones a la prensa de sus sinceras conversaciones telefónicas en las que emite juicios sobre el sexenio de Carlos Salinas, es relevado al poco tiempo de su cargo en el gabinete presidencial y luego promovido a otras posiciones de relevancia política (asesor en presidencia de la república y director de la bolsa de Valores de México) Años atrás fueron varias conversaciones telefónicas grabadas y difundidas en nomerosos medios de comunicación de los hermanos Salinas de Gortari en las que se referían a situaciones, dineros y traiciones fraternas bastante incómodas para la familia Salinas de Gortari pero que a la postre eran irrelevantes por los efectos legales. El caso es que las denuncias y las pruebas de la comisión de presuntos delitos, no son eficaces si se obtuvieron de manera ilegal.

sábado, 1 de mayo de 2010

Jesuitas: una idea del siglo XVI para el XXI

Con las constituciones de la Compañía de Jesús, San Ignacio organizó institucionalizó un carisma y una intuición espiritual para cumplir con el mensaje evangélico y perdurar a través de los siglos, combinando la eficacia organizativa con una profunda fe, siempre en equilibrio. Este equilibrio Ignacio lo pone en las constituciones, emitidas como reglas, criterios e instrucciones institucionales que “han de ayudar” sin perder la perspectiva que en el final de cuentas, “la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro creador y señor es la que ha de conservar y regir y llevar adelante en su santo servicio…” Estilo toma equilibra la contemplación de Dios en la vida cotidiana, combinando acción y oración, sin el extremo de la absoluta quietud interior asumida por algunos para dejar que Dios actúe sin la menor interferencia de las personas, y evita el aislamiento de la sociedad para entregarse por completo a la oración, el coro y el trabajo (ora et labora) de los monasterios que venían desde los dos primeros siglos de la Iglesia Cristiana. San Ignacio propone una contemplación de Dios en las cosas, no como aislamiento y centrado en el trabajo manual para el autosostenimiento económico, sino en un trabajo de anuncio y servicio al prójimo, anclado en la historia, en la vida de la sociedad y la participación institucional y la cercanía personal espiritual, tomando parte e influyendo en el destino de los pueblos a través de su trabajo concreto y significativo, considerando los sectores más desprotegidos.

Esa dinámica equilibrada, marcha entre el trabajo de los jesuitas asumido con tal empeño, como si todo dependiese de ellos, pero confiando como si todo dependiese de Dios y nada de ellos. Para San Ignacio y los jesuitas, rige la ley interior de la caridad y el amor que el Espíritu Santo se imprime en los corazones (y asumido desde la experiencia de los ejercicios espirituales y el discernimiento) y se concreta a través de dichas constituciones que

Las constituciones del instituto de la Compañía de Jesús constituyen el eje de orden religiosa e incluye con tremenda técnica y eficacia todos los aspectos sustanciales de la orden siguiendo la una lógica de proceso que va entre la admisión de un candidato hasta su plena incorporación a la orden a través de numerosas, prolongadas y difíciles probaciones. En estas instrucciones, se dispone que no haya facilidad en admitir a los candidatos a la compañía de Jesús y tampoco facilidad en despedirlos cuando corresponda, previo protocolo de actuación. Difícilmente San Ignacio y los primeros jesuitas dejaron sin la previsión cuidadosa y considerada un aspecto fundamental de la orden religiosa que iniciaban.

No hace falta describir el vigor organizativo, intelectual y la altísima eficacia de la operación de los principios organizativos y espirituales de las constituciones de los Jesuitas a lo largo de toda su historia; algunos incluso descubren todo un sistema organizativo perfectamente actualizable a las condiciones del mundo actual. En el plano de los resultados, estos ejes fundacionales de Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros están fuera de duda: la orden fue aprobada por el Papa Paulo III en 1540; a la muerte de Ignacio de Loyola, al frente de la Compañía de Jesús en 1556, ya había una gran cantidad de jesuitas importante por toda Europa (¿mil?). En 1572 llegaron los jesuitas a la Nueva España; en 1582 las misiones jesuitas estaban en auge en China y en 1609 inician las reducciones indígenas en Paraguay. Es probable que la tremenda efectividad institucional y el impacto social (con las universidades y colegios, las misiones y el acompañamiento espiritual ) y político (a través de la presencia y acompañamiento a sectores de poder social y político) de esta fórmula a partir de la aprobación de la compañía por el Papa Paulo III haya generado la supresión de la orden en 1773 por el Papa Clemente XIV, en medio de amenazas de mayores daños a la iglesia católica y el papado por los factores de poder imperial europeo de no haber suprimido a la orden. Las acusaciones admitían una gama más o menos amplia de argumentos teológicos (se apartan de la sana doctrina católica y caen en el sincretismo, se gritaba por la inculturación de los jesuitas en China) y de tipo político (quieren fundar un estado dentro de otro estado, se acusaba por las reducciones del Paraguay) El esclavismo y las intrigas palaciegas impusieron su ley y la orden fue suprimida. La orden sobrevivió gracias a su fortaleza espiritual y en parte por el asilo que brindaron los reyes Federico II y Catalina II en Prusia a los sobrevivientes de la supresión y la represión a los jesuitas.

Tras la restauración en 1814, la orden, por fuerza de su diseño institucional, por los “perfiles” esperados y elegidos entre los candidatos y por la dinámica misma de las constituciones del instituto, no ha dejado de estar en las encrucijadas de la historia, las revoluciones de los pueblos y la búsqueda de la realización del servicio de fe y la promoción de la justicia (como fue definida la misión de los jesuitas en 1975) En el contexto del Concilio Vaticano II en 1965, la orden abrogó una serie de reglas de la vida institucional que llegaban a exagerar la forma sobre el contenido espiritual de la esencia religiosa de la orden. Muchas personas llegaron a sospechar que tal abandono de la “regla” jesuita no era sino el principio de su fin institucional y que perdía su origen. Lo cierto es que pareció ser lo contrario: un reencuentro dinamizador de su marca espiritual impreso por S. Ignacio y los primeros jesuitas. El empuje institucional de los jesuitas de alguna manera recoge muchas aspiraciones dentro de la iglesia católica y genera una influencia positiva en la vida eclesial, no sin dificultades y cuestionamientos al interior de la misma. Por alguna razón, los ataques más fuertes han llegado de algunos sectores considerados conservadores, quienes, llegado el momento, actuaron sin piedad…

En 1982 la orden fue sometida a un estado de excepción por la imposición de un superior general por el Papa Juan Pablo II; algunas versiones hablan de la voluntad inicial del papa para imponer un visitador (un cardenal carmelita de origen) empujado por sectores ligados al Opus Dei y los Legionarios de Cristo. Cierta o no esta versión, es conocida la línea del pensamiento del papa Juan Pablo II para restaurar un esquema eclesial más propio del Concilio de Trento que de Vaticano II; en dicho esquema los jesuitas sobraban o estorbaban. La orden llevó el peso de cuestionamiento con dignidad y sin mayor sobresalto; no era la primera vez que estaba su trabajo espiritual y su pensamiento teológico en tela de juicio. Toda suerte de acusaciones siguen desfilando en su contra… a favor o todo lo contrario. Desde el prejuicio de identificar lo jesuita como tramposo, falso, hipócrita y soberbio hasta el señalamiento de que se trata de una organización militar despiadada que se “devora” a sus miembros con tal de conseguir sus objetivos más bien ligados al poder y la influencia que al servicio del evangelio. Lo del título del superior general de los jesuitas no ha parado desde que inició la orden a la fecha: se trata de un “prepósito general”, alguien que está puesto por delante para representar y coordinar a todos los jesuitas (de ahí lo general, y no que sea un “general” de un ejército armado para la guerra. Nada más lejano de la realidad.

Por lo demás, quienes conocen de cerca, por dentro y por fuera a la orden sabrán de su lado humano, sus pobrezas espirituales y de calidad, pero sobre todo, de su riqueza y su fortaleza en su trabajo en servicio de la fe en el Padre de Jesucristo y la promoción de la justicia que se deriva de lo primero.

Los últimos superiores generales de la Compañía de Jesús: Pedro Arrupe (1965) Paolo Dezza (1982) Peter Hans Kolvenbach (1983) y Adolfo Nicolás (2008) simbolizan y concentran de un modo intenso y extremo las pruebas por las que ha pasado la orden y muestran una solidez institucional más allá de toda duda. Surge la pregunta si el modelo, el estilo de liderazgo positivo y constructivo, el estilo propositivo que busca siempre alternativas en el ánimo de hacer mejor el trabajo por el evangelio y vencer las dificultades sin perder el objetivo central de la misión, constituyen un modelo abierto al espíritu que la iglesia católica necesita, de modo especial en lo referente a la posición del clero católico para sortear las pruebas y las presiones a que está sometido en estos aciagos primeros años del tercer milenio.

La iglesia católica requiere actualizar la forma en que vive su misión evangélica; quien presiona para impedir esta actualización, probablemente no considera el valor de la apertura a los ”signos de los tiempos.” Aquí resulta relevante ese ánimo constructivo y considerado de la espiritualidad ignaciana que pudiera ayudar a la iglesia y sus líderes a realizar su misión de vivir y predicar el evangelio del padre de Jesucristo en un mundo más vertido al siglo XXI que al siglo XVI.

Amigos en el camino, etapas de una búsqueda

Para el caso de quienes alguna vez vivieron en el instituto religioso de la Compañía de Jesús, que fueron admitidos e integrados en alguna forma, y que por alguna razón dejaron la orden, es probable vivan con alguna de la experiencia mística de San Ignacio y los primeros compañeros los acompañe en el resto de su vida.


Probablemente en alguna de las etapas de las probaciones no dieron el “perfil” para avanzar en su integración en la orden; probablemente les faltó la “quietud” en su alma, temperamento o a su inteligencia no le resultaba propio el modo de la compañía para hacerlo su proyecto de vida; en algunos casos se pidió “salir” de la Compañía, en otros caso se siguió el protocolo que San Ignacio en diversas formas (para diferentes casos) estipuló como una forma de no admitir, o ya admitidos, fueran dimitidos de la orden.


El paso por la Compañía en la mayoría de los casos se constata, deja marcas: la fuerza del espíritu, el ánimo fraterno, los estilos de vida común, el liderazgo de los superiores, la experiencia de la oración y el discernimiento. Cada persona guarda en sí mismo en su historia personal lo que le haya quedado, haciéndose difícil establecer un tipo de patrón o patrones específicos que pudieran ser determinados cuantitativa (por lo profundo) o cuantitativamente (por el tiempo que haya durado la persona en la orden)


Resultan claras las líneas del modo de proceder de la orden que se mantienen con puntual fuerza y le dan base a toda la institución: los ejercicios, el examen, el discernimiento, el estilo de trabajo, la organización obediencia / votos, la forma de corregir, la disciplina que implica vivir y trabajar en una comunidad, la preocupación mutua por la comunicación profunda, la comunicación afectiva, la preocupación mutua por los hermanos, la temperancia de las pasiones y la corrección fraterna, la cuenta de conciencia, el modo de enviar, el modo de resolver los encargos (en la misión), la búsqueda del bien mayor (el magis) y la flexibilidad de la inteligencia para salvar lo principal de la misión haciendo los ajustes según el contexto en el que se realiza el servicio al evangelio.


Los “perfiles” y requisitos para ingresar a la compañía y avanzar en cada etapa (admisión a tres probaciones) y los “perfiles” de los superiores (de comunidad, de obra y de provincia) son criterios nítidamente establecidos en las Constituciones, con la instrucción de aplicarse con tanto rigor como con flexibilidad en atención a un bien mayor. Esta es una clave primordial en la eficacia institucional para el logro de los objetivos y el impacto social de la orden.


Quien pidiendo la admisión e incluso habiendo sido admitidos para las probaciones en la orden, eventualmente puede determinarse que cumplen con el “perfil” para avanzar en la integración de la Compañía; esta es una tensión permanente a lo largo de la vida de todo jesuita. Para el caso de quienes no eran admitidos o que se requiriera su dimisión de la orden, en la visión espiritual de San Ignacio y los primeros jesuitas la clave no era (ni es) la exclusión institucional en sí misma, sino que se trata de un proceso que, en el proyecto de vida de la persona, se toma el paso por la Compañía como una etapa dentro de la búsqueda personal y el discernimiento de la voluntad de Dios en la propia vida. La razón por la que se pide entrar en la Compañía, es la misma por la que se inicia el proceso de la dimisión de la orden a pedido de la misma persona o por sus superiores. Así se expresan en las constituciones este principio: “Como conviene para el fin que en esta Compañía se pretende del servicio de Dios nuestro Señor en ayuda de sus ánimas, que se conserven y aumenten los operarios que se hallaren idóneos y útiles para llevar adelante esta obra, así mismo conviene que los que se hallaren no tales, y en el suceso del tiempo se entendieren que no es ésta su vocación, o que no cumple para el bien universal que queden en la Compañía, se despidan. Aunque como no debe haber facilidad en el admitir, menos deberá haberla en el despedir, antes se proceda con mucha consideración y peso en el Señor nuestro. Y aunque debe ser las causas tanto mayores cuanto cada uno está más incorporado en la Compañía, por mucho que lo estuviere, podría quien quiera en algunos casos y debería ser apartado de ella.” (Constituciones 204)


Sea que las personas que fueron admitidas en la compañía en algunos de sus grados decida abandonar la orden religiosa o por decisión del superior, se genera un proceso que derive en la salida del miembro admitido o en proceso de admisión, “ayudándolos con consejo y lo más que la caridad dictare, para que en otra parte sirvan a Dios nuestro Señor, luego podrán despedirse” (Constituciones 192, referido al modo que se ha de tener con los que admitieren a la segunda probación, conocida como noviciado)


La descripción del “modo de despedir” en las Constituciones inicia así: “Con lo que hubieren de ser despedidos se debe observar el modo que conviene para más satisfacción ante Dios nuestro Señor así del que despide, como del que es despedido y de los otros de casa y fuera…” (Constituciones 218)


Para el caso de quien es despedido, se procurará que haya satisfacción en cuanto a lo exterior, que vaya de Casa cuanto se pudiere, sin vergüenza o afrenta y llevando consigo todo lo que es suyo. (Constituciones 225) En cuanto a lo interior, que procure enviarlo cuanto en amor y caridad de la Casa y cuan consolado en el Señor nuestro pudiere. (Constituciones 226)


El núcleo de toda esta cuestión radica en que a toda costa, instruye Ignacio, se deje a salvo tanto en el plano psicológico la autoestima profunda, como en el plano espiritual, la búsqueda de la voluntad de Dios. De esta forma, la cuestión no es sin más un proceso (rudo o suave) de exclusión, sino que se viva como una etapa en su propia búsqueda. Así, San Ignacio en las Constituciones instruye al superior que dimite a un jesuita (y en el mismo tenor al novicio o al candidato) para que “…Cuanto al estado de su persona, procure enderezarle para que tome otro buen medio de servir a Dios en la Religión o fuera de ella, según pareciere más conforme a su divina Voluntad, ayudando con consejo y oraciones y con lo que más pareciere en caridad.” (Constituciones 226)


Por criterios de sanidad psicológica y en el plano espiritual, las constituciones disponen considerar la situación de quienes se quedan en la comunidad ante el proceso de la salida de algunos de sus miembros, incluso de personas cercanas a la comunidad por alguna razón: San Ignacio y los compañeros dispusieron que el responsable del conducir el proceso (un superior normalmente) procurase ninguno se quede con turbación en su espíritu de la despedida, sin que se queden “desabridos” ni con mal concepto de él en cuanto sea posible; antes que le hayan compasión, y le amen en Cristo y le encomienden a su divina Majestad en sus oraciones, para que sea servido de encaminarlo y le haya misericordia (Constituciones, 229 y 230)

Rematan estas reglas, algunos puntos relativos a quienes por su voluntad pidieron salir de la Compañía o fueron despedidos, en cuanto a que abre la posibilidad (casos y proceso) de poder incorporarse de nuevo a ella. (Constituciones 231-242)


Este es el marco institucional y las reglas que sobre el punto particular han regido y rigen en la Compañía de Jesús, con sus reacomodos y sus actualizaciones convenientes al tenor de los inicios del siglo XXI.


De una revisión general de las Constituciones no parece que San Ignacio y los primeros jesuitas reconocieran como un sector colaborador (potencial o real) para sus misiones, de entre quienes se hubiere dimitido de la Compañía de Jesús. Colaboradores y colaboradoras de la Compañía de Jesús en el plano espiritual, en el orden práctico e incluso en la relación laboral es claro que siempre ha habido y no se explicaría mucho del logro histórico de la orden sin el apoyo de personas “fuera” de la Compañía en la realización de su labor. Este es un punto relevante si se toman en cuenta las condiciones sociales en las que la Iglesia cristiana y católica enfrentan en el marco del inicio del tercer milenio. Es probable que se esté presionando por un modelo de Iglesia más abierta, más centrada en los valores evangélicos, que se concreten más formas de vida y participación comunitaria y haya menos énfasis en el protagonismo del clero, menos culto pomposo y menos énfasis en algunas formas de religiosidad primitiva que promueven ciertos sectores del clero que conllevan una imagen mágica de Dios con quien se establece una relación muy parecida al comercio: “te compro tu gracia... un pase al cielo...”


En este sentido es de valorarse el estilo ignaciano en la espiritualidad para caminar en la vía del divino servicio, integrar en la vida la fe y la justicia, construir comunidad e integrar todos sus carismas en la vida de la iglesia, en revisar y asumir con paz las cuestiones organizativas y prácticas con un sentido más humano y más sereno, como la cuestión de la sexualidad en general y el celibato sacerdotal en particular. El papel de las mujeres en la iglesia reclama un profundo discernimiento y no una simple la represión de iniciativas.


Quienes compartieron en un momento de su búsqueda el modo de proceder de los jesuitas en su proyecto de vida y por alguna razón salieron de ella, pueden incorporar en su aporte, en su búsqueda del servicio divino o en su realización de los valores evangélicos dentro de sus posibilidades y capacidades, los elementos del estilo ignaciano y de la Compañía de Jesús, consolar a los hermanos en el camino y compartir la vera historia de su espíritu y los aprendizajes que la vida le ha dado en el seguimiento de Jesús y sus ratos de reflectir para “sacar algún provecho.” Para quienes fueron algún día jesuitas y ya no lo son, al menos formal e institucionalmente, la misma orden y las amistades que permanecen con quienes siguen en la Compañía, sigue siendo motivo de consolación y en algunos casos pasa a ser una etapa superada. En el plano humano algunas circunstancias pudieron haber sido dispares e incluso desagradables: la diferencia probablemente pueda estar en mantener una actitud de reconciliación con la vida, superar etapas y rescatar la experiencia en el plano espiritual, como siguiendo el discurso: buscando a Dios entré en la Compañía… buscando a Dios salí a seguir el trabajo.


El padre Nicolás sostuvo hace unos días en Guadalajara durante su visita a México, que los retos de los jesuitas son los mismos que de cualquier cristiano en la iglesia. Al margen de que haya sido una respuesta un tanto esquiva porque pretendió fijar una igualdad donde hay una desproporción; y es que “cualquier cristiano” no tiene la solidez institucional, la experiencia, los recursos que tiene la orden de la Compañía de Jesús. En cualquier caso, vale la pena asumir esta igualdad en los retos y asumir que en el servicio de la fe y la promoción de la justicia puede haber diferentes acentos, recursos, ánimos y formatos organizativos.


Para el caso de quienes caminaron y vivieron la “marca” espiritual ignaciano y la marca institucional de la Compañía, hay un regalo y una misión, un don y un trabajo pendiente para vivir los valores y los principios evangélicos y aplicarlos en las condiciones de vida que se vayan generando: en la relación conyugal y familiar, en el acompañamiento con los hijos y las hijas, en la pertenencia a una comunidad , en la preocupación por construir una patria. La marca de San Ignacio, la marca de la Compañía en la iglesia pone a quien vive “por la libre” en una actitud de abrirse al espíritu y discurrir para sacar algún provecho, discernir para sentir hacia dónde apunta y lleva el espíritu de Dios, para que en camino uno pueda consolar y ayudar fraternalmente a los hermanos (próximos) Esta marca en algún modo es una experiencia de sentido que como don de Dios hay que agradecer, como logro personal es preciso mantener y como riqueza espiritual hay que compartir. Ahí descubro un reto que tenemos como personas, como seguidores y amigos de Jesús en la causa de su Padre, marcados por una experiencia institucional que habrá conocerla, vigorizarla y actualizarla, para usarla en nuestro favor.


Guadalajara, Jalisco, abril 2010


Guillermo Ortiz Vázquez

jueves, 22 de abril de 2010

Visita a México del superior general de los jesuitas

Espíritu sólido, energía fluida, optimismo prudente, una fácil sonrisa y una inteligencia aguda dejó el superior general de los jesuitas en el mundo, el padre Adolfo Nicolás en su intervención hoy por la tarde en el auditorio Pedro Arrupe (otro superior general jesuita entre 1974 y 1981)

Su intervención larga y bien balanceada, me confirmó la marca del carisma ignaciano: discernimiento, flexibilidad para logro de objetivos, realismo, análisis de la realidad, focalizado en el amor a Dios y al próximo.

Sin ningún recurso argumentativo ni de comparación facilona que pretenda ofender, confirma la imagen (no siempre confirmada) de ser la orden de la compañía de Jesús la mejor del mundo (al menos la más numerosa)

El otro componente tan importante como la visita del padre Adolfo, fue la audiencia: el auditorio lleno a tope y las sillas de la explanada fuera del auditorio (apoyado de una pantalla gigante) Personas venidas de lejos y de cerca, atentas, en silencio, sin ninguna interrupción al fluido discurso del padre, como queriendo escuchar lo que dijo y queriendo escuchar más y decir más. El formato no lo permitió, pero el silencio era más fuerte que parecía. ¿Qué vino a escuchar y a decir estas personas hoy en el auditorio? Habría qué leer las preguntas que por escrito se hicieron llegar al padre Nicolás por conducto de los padres rector del Iteso y el provincial jesuita en México -personas del tamaño espiritual del mismo padre Nicolás. No lo sabré, al menos no pronto. Lo que sí intuyo es que la presencia de estas personas, su ánimo, sus sonrisas y sus expresiones me hablan de un ánimo de compartir el trabajo codo a codo con la orden religiosa, ganas de hacer comunidad, vivir la iglesia y enfrentar los retos del seguimiento de Jesús.

Ni una sola mención al asunto clerical católico y los estiras y afloja tradicionales entre el clero diocesano y los jesuitas. Ni al caso. Se trata de construir y aquí hay ánimo, hay trabajo, hay compromiso y muchas ganas de aportar, de contribuir a la consolación que da el abrirse al espíritu. ¿Será?

Gracias al padre Nicolás, al padre Carlos Morfín, al padre Juan Luis, a los jesuitas y personas colaboradoras por su labor y por los espacios que van abriendo para ser iglesia en esa forma tan sana, libre, flexible y amorosamente discernida que Ignacio aprendió y supo promover entre sus primeros compañeros: un regalo del siglo XVI que nos ayuda en el XXI para abrirnos al futuro.

viernes, 9 de abril de 2010

Usted lee esto por: a) es un ocioso, b) no tiene remedio y c) no entendí la pregunta.

“Ridículo”, decir que el Papa protegió a Maciel: Lo dijo: a) Maité Gaos por el éxito "Rosas en el Mar" de la cantante Maciel; b) La federación nacional de Tenis por el triunfo de Pancho Maciel cuando era chavito. c) el Vaticano. d) ¿De qué Maciel hablamos?

La escuela es: a) Una pérdida de tiempo, la vida es la mejor escuela. b) Un negocio de monjitas y sindicatos. c) Una tortura para niños /as. d) Algo que nunca ha entendido OAF. e) Una perversión social. f) Una fantasía legionaria.

¿El Palacio Nacional es una tienda que está por el centro? Fue una pregunta de: a) una actriz egresada de la academia de Televisa; b) El Niño Verde; c) Un proyecto trunco de un promocional del Palacio de Hierro; d) Una idea de la agencia de publicidad que promueve la librería Gandhi; e) Emilio González, cuando la propu ...sieron ir a un debate con Peña Nieto y M. Ebrard en TV.

¿Vamos a comportarnos como caballeros o como lo que realmente somos? fue: a) Una pregunta que hace Cantinflas en una de sus clásicas películas en blanco y negro (porque luego como que decayó la cosa) b) Una iniciativa para el momento en que las y los funcionarios públicos juren desempeñar su cargo. c) El dilema que enf ...renta la militancia de cualquier tipo (sindical, política, clerical e incluso de la delincuencia)

Chinguen a su madre" fue: a) últimas palabras de Maciel antes de partir, b) Emilio G. durante una cena de caridad en la Expo Gdl, c) Ramírez Acuña al ganar el distrito 8 de Jalisco; d) Un eje del programa de gobierno de un partido político en México. e) Una forma de celebrar / lamentar el resultado de algunas votacion ...es en la Cámara de Diputados en México? Usted vote, nosotros lo anulamos.

martes, 2 de marzo de 2010

Gobernadores con acciones frívolas y de notoria improcedencia que acusáis al prójimo sin razón sin ver que sóis la ocasión de lo mismo que culpáis

La derecha delirante avanza, junto con la ignorancia, cual ficha en un laberinto de estaciones: no sabe a dónde va, imagina que va, cree que va y arrastra con sus prejuicios y falsos valores (que los confunde con cosas buenas) a precipicios y callejones sin salida.

La derecha en Jalisco llegó al poder desde las enjundias soterradas de liturgias oscuras alumbradas por las velas y los tizones ardientes para calentar el yunke y el marro. Infiltraron organizaciones cual virus y trastocaron el corazón de católicos que tornaron la acción católica por la acción nacional de cierto sabor francés, para resistir la educación socialista de Lázaro Cárdenas en 1939. Los patriarcas de la AN cedieron en el relevo generacional reciente y dejaron bravos chiquillos, llenos de mentira, antro, maltrato y abandono de la función pública, confundiendo el insulto con la ostentación sana del poder. Se llevaron hasta el agua corriente y generaron un malestar social igual o mayor del que querían remediar cuando ganaron en las urnas en 1994. Dicen que el jefe de jefes les grita y los manda con insultos, que de ahí a los Pinos hay solo un paqueño paso, pan comido.

Toca caminar por el servicio público, la solidez de las instituciones, convertir las normas en una guía segura para el cambio social, enfatizar el sentido social del gobierno para todos, respetar derechos... Esa materia rara, simbolismo etéreo pero sólido que es la procuración del interés público. La derecha se cocina en su propia tinta; no requiere enemigos. Toca abrir puertas.

jueves, 28 de enero de 2010

Quien no distingue la basura de la comida

Desde hace meses estoy involucrado en el diseño de un programa que inicialmente previene el abuso y la adicción a las drogas. Al poco tiempo caí en la cuenta de que es como hacer una campaña para promover que la gente ya no coma basura, caca y deshechos orgánicos. Visto en bruto, la cosa no tiene nada especial, salvo que es un mero reciclaje de carbono, hidrógeno y otras linduras. El caso es que se nos ha enseñado que eso no va con la salud. ¿Porqué para algunas personas sí les va? El caso del consumo de drogas tiene al menos tres lugares: la ansiedad manejable, el mundo del placer y del sentir (como la zona del vestir) y la compensaciòn que se va al despeñadero.

El mundo de las drogas le da al ser humano una salida a ciertas ansiedades generadas porque no conseguimos una ilusiòn o una expectativa (alta o moderada) y ayuda a sobrellevar con cierto decoro el trabajo, los compromisos, las tareas, las obligaciones (libres y las impuestas) de la vida. En esa parte creo está la inmensa mayoría de la gente que consume mucha o poquita droga que llamamos "blanda" e incluye las tradicionales drogas como substancias que alteran la percepción, la conciencia y en general la sensibilidad. Se trata de drogas que nos hacen ser funcionales en esta perra vida (o a hacerla más chida, para quienes no les va tan mal)

El mundo de las drogas, al igual que el mundo del sexo y otras linduras gozables, tocan la sensibilidad, el mundo sensible, los sentimientos, la búsqueda de sentirse bien, sentir bien al mundo y nuestras relaciones, evitar el dolor y abrir a un mundo impresionante y que nos mantiene vivo. Aquí inicia la guerra entre quienes afirman que está bien eso del "sentir" porque hay un orden natural al que otro sector añade que hay un orden divino y de ahì no salen. En estas coordenadas, ciertas prácticas de la sexualidad y el consumo de drogas (duras, blanditas, remojadas y empanizadas) cae fuera del orden divino. ¿Què es eso de sentir sin fronteras? Es darle mucho poder a la loca de la casa. ¿Drogas para experimentar la uniòn con Dios, el universo y la naturaleza? Locuras. De ahí sale toda la carga de odio, rechazo y condena a un mundo precìsamente generado por quienes desconocen el mundo de la sensibilidad humana. Hay quienes sostienen que el salto cualitativo de la humanizaciòn de los primates se dió con el factor droga. ¿Serà?

Finalmente, el mundo de la droga lleva a sus feligreses más destacados, prendidos, clavados y atrapados en su torbellino, como quien se despeña en una pendiente de lodo que termina vaciando a la persona en un abismo del que algunos salen... otros no. La disputa por la aceptación social, la despenalización legal de la producción, comercialización y consumo de droga a penas si toca el primer mundo del que hablamos: los dos siguientes son caminos ignotos, inaccesibles e imposibles para una exploración sobre la droga en la humanidad. No se sabe bien a bien de los que se despeñan al abismo de las drogas, que quiebran su cuerpo y terminan yéndose de este mundo antes de irse (eso se sospecha) Probablemente (se sospecha) que es algo terrible perder la libertad en manos de una sustancia llana y vulgar, cuando la libertad es el preciado valor que hace al humano ser más humano (casi siempre y combinado con la proporciòn adecuada de otros ingredientes)

Mi sospecha es que el abuso y adicción a las drogas en sus grados moderados y extremos, significan que hubo un vacío a la aspiración de humanidad de alguien que, al no poderse llenar, se llena de droga. En lugar de proyecto, la vida se llenò de euforia, place, sentir vigoroso o mugroso para algunos (distorsionado o lo que se quiera) pero más satisfactorio que lo que la miseria de la vida ofrecía. Que faltó amor o no se entendió, que si se promoviò el sentido de la vida y no se encontrò la puerta... ¿quién sabe?

Hay personas a quienes hay qué ayudar en su recuperacion de las drogas; se parece a alguien que perdió el volante y los controles en su vida (similar a lo que ocurre con vehículo automotor en marcha) De otro lado, probablemente lo que hay que buscar es sembrar y apoyar que las personas a nuestro lado construyan su vida llena de sentido y proyecto (se puede ser feliz en este mundo miserable) empezando por uno mismo, claro.

¿Será?