La realidad de las cosas no siempre es evidente a primera vista.

martes, 22 de diciembre de 2009

Ande, ande, ande, amarimborera... ¿Qué diablos es la amarimborera?

Avatar. Ya habíamos visto el tema y la trama: personajes parecidos (Lorenzo de Arabia, Mohicano, Samurai, Pocahontas, La Misión, Danza con Lobo) aunque en este caso el final es parcialmente feliz. En la historia, la literatura y la historia del cine los finales felices de los episodios son más bien raros. Conquistadores, colonialistas llegan al nuevo (para ellos) mundo, ven el negocio y proceden a la explotación a cualquier costo. Fauna y flora local son barridos en nombre del progreso: me suena, me suena... Los navegantes europeos del siglo XVI (dicen) debieron sorprenderse de los nuevos parajes que tenían a la vista en oriente, africa y las indias occidentales. Tal es la estampa de la vista del planeta Pandora (una visión recargada de Nueva Zelanda, pues) James Cameron cuenta con Avatar un concentrado histórico y simbolizado en el futuro (2154 o algo así) La música es inmejorable; los efectos especiales y la tecnología imaginada y la descrita, junto con los reportes de divulgación científica tipo "Discovery Channel" no se escatimaron en costos ni con el ejército de personas que colaboraron en este filme.

Puede resultar muy simplona la denuncia del deño humano contra el planeta y la guerra preventiva que genera el capitalismo sórdido que cobra los diamantes con sangre de los indígenas negros, amarillos, cafecitos o azules. La buena: es de agradecer a James Cameron su aporte en este griterío histérico, drogadicto que clama por conectarnos a lo profundo del planeta. La mala: enel mundo real, el final feliz es para los matones y la expansión del capitalismo.