La realidad de las cosas no siempre es evidente a primera vista.

jueves, 23 de abril de 2009

Las afirmaciones del obispo de Saltillo Raúl Vera López de que "todo ser humano es redimible, no podemos excluir a nadie del amor de Dios, por eso tenemos que hacer una evangelización pensando en El Chapo" (miércoles 22 de abril en el Claustro de Sor Juana en México DF, reportada por varios medios de comunicación masiva) desconciertan y provocan algunas ideas:

1) Participar en la delincuencia, incluida la de alto impacto, como la delincuencia organizada tipo narco, en sí mismo es una circunstancia, un hecho por la que algunas personas optan (¿habrá alguien contra su voluntad?) y por ello se excluye de algunas membresías: del respeto a la ley pública y de mandatos morales y religiosos que piden al feligrés ser mejor persona y guiarse por el amor a Dios y al prójimo.

2) Es probable que las personas que viven en el narco justifiquen su práctica con explicaciones y principios hechos a su modo: el narco es un trabajo, es valentía, es lealtad y resulta compatible con su religión (de la que sea, oficial o pirata, adecuada o reformada) Incluso hay devociones religiosas (que revuelven mil cosas) que incluyen "santos patronos" del gremio narco, sicario y demás variaciones del delito. Viven su propio mundo en el que rigen sus propios códigos, principios y acuerdos. La cuestión estalla con los daños sociales que generan, la violencia que activan y la persecusión que desencadenan en el gobierno contra ellos.

3) Con relación al marco del evangelio de Jesucristo, es de considerarse que quien opta por una vida de delincuencia organizada tipo narco, se excluye solito de facto de cualquier referencia eclesial o de los principios de la religión católica; se trata de un efecto de la decisión personal de ser y hacerle al narco. Si una persona pretende ser narco duro y al mismo tiempo católico duro, en algún momento van a saltar chispas o igual pueden pasar años y no saltar nada. La cuestión no es si la iglesia católica lo excomulgue o algo así; puede hacerlo, como alguien ya lo hizo (el obispo Méndes Arceo en Morelos en la década de los 60s y levantó polvo): excomulgó de la iglesia a los torturadores. Si el feligrés de oficio narco pretendiera luego regresar al redil, será parte de su proceso personal, haciendo cuentas y reconciliarse con la sociedad. No es compatible una vida de delito y destrucción de vidas y de potencialidades, así como daños sociales y al mismo tiempo pretender vivir alineado con los principios fundamentales del evangelio; puede que sí los haga compatibles con algunas prácticas religiosas o rituales específicas que le den un poco de respiro a la conciencia. La misma persona es la que se aparta del evangelio y la iglesia; el sentido de la excomunión decretada corre por otros rieles más cercanos con la definición de las convicciones sobre la deidad. El punto es relevante, porque introduce la cuestión de que, si alguien dice profesar los principios del evangelio en la iglesia católica, pero luego en su vida actúa y siente por otro lado, ajeno a tales principios, "vive" en realidad fuera de lo que "dice" profesar. Esta fue una cuestión crucial planteada desde antígüo pero que fue explosiva de modo especial en los países capitalistas occidentales del siglo XIX: ¿tocaba que la iglesia excomulgara a quienes explotaran económicamente a otros seres humanos? Este mecanismo de exclusión se prolonga a otros casos que pueden estar conectados por el daño objetivo que producen: secuestradores, envenadores, acaparadores de alimentos para encarcer los bienes a costa del hambre de otros...

En un momento dado, se denunció que la iglesia católica optó por el capitalismo, valoró sus bondades y omitió considerar el pecado de la explotación del hombre por el hombre, el pecado de hacer trabajar a otras personas y no pagarles por su trabajo, imponer condiciones laborales inhumanas...

4) ¿Porqué el mensaje del obispo Raúl Vera desoncierta? Porque manda un mensa equívoco que parece confirmar una costumbre (no sé qué tanto esté arraigada, pero me consta que se da) de la clerecía católica en la que recibe donativos del narco y les otorga servicios de capellanía al narco y sus familias. Frente al narco, un sacerdote en su comunidad puede escoger un camino de pureza: al exhortar a la feligresía durante el culto público, refiere que el camino del narco no es grato a los ojos de Dios por los efectos destructivos y se niega a recibir donativos cuando sabe que se generaron por actividades delincuenciales. En el otro extremo están los clérigos que funcionan como capellanes del narco y hacen incluso servicio a domicilio. El donativo fluye. Una reflexión como la del obispo Vera encuadra perfectamente en este patrón de los capellanes del narco.

5) No es deseable ni se recomienda que el sacerdote la tome como "cruzada" y se ponga denunciar a la delincuencia, regañe en público, haga alusiones concretas en una comunidad en la que muy probablemente se sepa a quién se refiere. El riesgo de la vida én este patrón es notorio. Una serie de consideraciones generales sobrre la vida de las personas que optan por la delincuencia es contraria a los valores del evangelio, el principio de actuar inspirado por el amor a Dios y al prójimo... e invitar a las personas para que las personas que viven en el delito reconsideren su situación, reparen el daño y se reconcilien con el mundo, la sociedad, respondan por sus actos y que siempre vendrán tiempos mejores...

6) No logro imaginarme una evangelización pensando en el narco como lo sostiene el obispo. En estos últimos días como que la prudencia no brilla entre algunos obispos: de la peor calaña, los dichos del obispo Héctor González, de Durando sobre que sabe dónde vive un narcotraficante... vaya tormenta que armó, que afectó a algunas personas y que luego tuvo qué darse a la fuga.
La inteligencia no se le da a don Héctor; bueno para la bravata y corto para considerar alcances de sus dichos y hechos.

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