La realidad de las cosas no siempre es evidente a primera vista.

martes, 13 de enero de 2009

San Malverde, ruega por nosotros, Virgen del Sicario...

En el Vaticano se discute la excomunión para los narcotraficantes en México. El cardenal secretario de estado, Tarcisio Bertone, manifestó que la Iglesia está preocupada por los efectos del narcotráfico en la sociedad mexicana."La lucha contra el narcotráfico es un deber de todos. Vean lo que ocurre desafortunadamente en los países vecinos de México, los desastres que produce, la inseguridad y la guerra entre bandas y grupos armados", declaró. "La excomunión es el medio más severo que la Iglesia ha empleado frente a los delitos más graves durante su historia. Pero tengo que reconocer que es un castigo que toca sólo a aquellos con conciencia eclesial, educación eclesial", señaló en una entrevista a Radio Vaticano. (http://noticias.prodigy.msn.com)

La combinación en una persona de actividades delincuenciales (desde las más leves hasta las más graves) con sentimientos y convicciones religiosas (ritos, oraciones, devociones, plegarias, liturgias, sacramentos) puede parecer algo patética y si no fuera que en algunos casos provoca tanto daño, sería cómica. En general resultan cuestionables y desconcertantes algunas imagenes de Dios que concretan la experiencia religiosa de algunas personas: policía, guerrero, comerciante, juez justiciero implacable, odio, dios y venganza, omnipotente, sanguinario... En cada imagen (como si fuera un género literario) corresponde un rol del feligrés: infantil, soldado, comerciante, socio, secretario del juzgado o reo, víctima o verdugo.


Algunos delincuentes motivados con sentimientos y convicciones religiosas (al menos en el marco de las américas y en México) es probable tengan un perfil de prácticas y rituales en los que se combinan elementos de la magia negra, la santería, la santa muerte yotros elementos de la tradición cristiana latina que incluye la figura de Jesús, la virgen María y los santos.



De mis observaciones, capto que algunas personas del ramo delincuencial organizado se perciben como parte de un gremio cuyo "trabajo" (algo peligroso por cierto) se compone de "jales" (específicos) en el que la valentía, la serenidad ante el peligro y la bravura en el uso de las armas, la capacidad de liderazgo son valores dignos de admirar e imitar. En este campo, dios y los santos pueden proteger al devoto feligrés que cumpla con novenas, oraciones, encienda velas y porte las estampitas correctas a la hora del peligro. Algunos (con o sin motivación religiosa) despliegan una labor de asistencia sociala e incluso obra pública. No pocas personas consideran que esta labor llega a justificar la labor del delincuente.

En esta perspectiva pudiera ser relevante la condena de la excomunión para la militancia de la delincuencia de altos vuelos (narco) pero ¿en qué pudiera ser este tipo de delitos ser considerado menor con relación a otros tipos como la extorsión, el secuestro, los homicidios y robos? En algún sentido me parece frívola esta discusión: de por sí una concepción de Dios basada en elementos mágicos, ritualistas e infantiloides fácilmente puede torcer y vaciar sus contenidos existenciales referidos a ciertas consieraciones evangélicas (cuyo núcleo es el amor al prójimo y la justicia) para remplazarlos por otros de dudosa calidad humana, que históricamente implican la muerte, el daño, la cancelación de oportunidades de realización humana. Amenazar a alguien de "excomunión" de la iglesia católica por incurrir en ciertos pecados (como el narco, el secuestro o la tortura) pudiera estar de más, porque quien comete conductas atroces, crueles y homicidas solito está declarandose fuera de un grupo cuyo valor supremo está en el amor al prójimo.



Si se preguntara sobre la oportunidad de las consideraciones del Vaticano sobre la excomunión del caso, podría señalarse que en éste y otros casos se están quedando en una especie de limbo en el mejor de los casos (con posiciones cada vez más solitarias) y en el peor de los casos, alineándose a posiciones retardatarias, reaccionarias, más propias del anatema fundamentalista y carentes de una elemental calidad humana. Es triste constatar que la clerecía católica vaticana y seguidores no atinan en sus mensajes y los cambios que el mundo reclaman para hacer efectivo el mandato de Jesús sobre su Padre: el mandamiento del amor. Saber.

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